Desde el amanecer, el cielo se cubrió de nubes cargadas de agua e impregnó los suelos con ella. Lluvia que para algunos generaba malestar, para muchos era una bendición: Muequetá (Bogotá) llevaba varios días de sequía, los árboles y plantas clamaban con urgencia saciarse del agua del cielo. Esas gotas reparadoras no fueron impedimento para quienes desde primeras horas del día, incluso desde la noche anterior, con la fuerza de su corazón y su trabajo, disponían de la mejor manera posible el espacio que recibiría a cientos de personas -expositores, artistas, talleristas, público- en la Feria de Regiones y Expresiones Campesinas en lo Urbano.
Ese escenario, que al principio se veía gris fue pintándose de colores. Los amigos y amigas que representarían cada región de nuestro país, fueron llenando las carpas de su esencia: colores, texturas y sabores fueron transportando a los y las feriantes a los rincones de nuestra tierra santandereana, boyacense, pacífica, tolimense, atlántica y llanera.
Reivindicar las tradiciones y saberes campesinos es la apuesta de la Feria, y en esta versión se volvió a lograr. Desde la mañana empezaron a hacerse evidentes los saberes campesinos: los hijos e hijas primerizas soplaban al cielo para despejarlo y algunas velas fueron encendidas para ahuyentar la lluvia, el resultado no pudo ser mejor: la lluvia disminuyó y sobre el medio día las nubes se disiparon, el sol brilló buena parte de la tarde.
Palabra a palabra, puntada a puntada, nota a nota, paso a paso, sentir a sentir, bocado a bocado, se trenzó el canasto campesino y popular en el Parque de los Abuelos, ese mismo que se empezó dos meses atrás en las calles y espacios de la UPZ 81 en Techotiba (Kennedy). Las muestras gastronómicas, las danzas y las músicas de estas regiones del país despertaron la sensibilidad hasta del más fuerte. Los y las participantes reconocían su ascendencia campesina y recordaban con una dulce nostalgia los trabajos agrícolas, las comidas, las bebidas, las caminatas, el cuidado de los animales, las conversaciones en el fogón y las noches a la luz de la luna.
Reivindicar las tradiciones y saberes campesinos es la apuesta de la Feria, y en esta versión se volvió a lograr. Desde la mañana empezaron a hacerse evidentes los saberes campesinos: los hijos e hijas primerizas soplaban al cielo para despejarlo y algunas velas fueron encendidas para ahuyentar la lluvia, el resultado no pudo ser mejor: la lluvia disminuyó y sobre el medio día las nubes se disiparon, el sol brilló buena parte de la tarde.
Palabra a palabra, puntada a puntada, nota a nota, paso a paso, sentir a sentir, bocado a bocado, se trenzó el canasto campesino y popular en el Parque de los Abuelos, ese mismo que se empezó dos meses atrás en las calles y espacios de la UPZ 81 en Techotiba (Kennedy). Las muestras gastronómicas, las danzas y las músicas de estas regiones del país despertaron la sensibilidad hasta del más fuerte. Los y las participantes reconocían su ascendencia campesina y recordaban con una dulce nostalgia los trabajos agrícolas, las comidas, las bebidas, las caminatas, el cuidado de los animales, las conversaciones en el fogón y las noches a la luz de la luna.
La espiritualidad campesina fue la primera en alimentarse, el Padre Gerardo presidió la Eucaristía que junto a sus colaboradores/as, con cantos, oraciones y alabanzas daba inicio a la Feria. En la homilía recordó su propio origen campesino, resaltó la labor ejemplar de los y las campesinas y apoyó las expresiones que como ésta, motivan a no perder la memoria.
Todos los espacios en los que trascurrió la feria fueron escenario para denunciar sin miedos en la lengua la crítica situación del campo colombiano y la persecución a los movimientos sociales campesinos. Por supuesto, durante el evento principal, con fuerza en la palabra, se compartió esta situación y la reciente lucha en las Jornadas de Indignación campesina, étnica y popular que se desarrollaron en Bogotá la semana anterior.
El gran sancocho comunitario complementó los sabores traídos por cada colonia y permitió también compartir palabra en torno a la importancia y sentido del alimento en el campo y en la ciudad, y del respeto que se ha perdido en buena parte de la comunidad urbana por el campo, los alimentos y los agricultores. Se suscitó la reflexión sobre la importancia de volver a lo natural y de hacer resistencia desde la soberanía alimentaria.
Las artesanías, la medicina natural y los saberes tradicionales, tuvieron también su espacio y buena acogida. Se entrelazaron redes y sentires, se unieron al tejido personas en situación de discapacidad y sus cuidadores, que con su domo de conocimiento visualizaron el valor y capacidades de estas increíbles personas muchas veces aisladas por la sociedad; ellos y la agrupación Amaranto ofrecieron a los asistentes artesanías y manualidades para todos los gustos. Qhempi con todo su trabajo desde lo ancestral compartió los saberes preventivos y curativos de las plantas, pomadas medicinales, polen, miel, aceites, entre otros, fueron los productos presentes en la Feria.
Junto a las presentaciones de música y danza, los juegos populares como la rana y el tejo fueron significativos en la jornada; niños, jóvenes y adultos participaron activamente de estos juegos que permitieron recordar como no divertíamos antes del auge de las tecnologías. Las muestras de hilado y esquilado de la oveja atrajeron la atención de los jóvenes y adultos que por primera vez presenciaban de cerca este oficio tradicional campesino, muchos se atrevieron a ser parte vivencial de la muestra, tomaron las tijeras y ayudaron a esquilar.
Todas estas actividades que confluyeron en la jornada y que tuvieron como protagonistas a los mayores y mayoras como poseedores de la sabiduría, incentivaron a la comunidad a mantener nuestra rica diversidad cultural, a reivindicar los espacios públicos que han sido recuperados para su sano disfrute, a reforzar el sentido de pertenencia con participación social y cultural, a rescatar las tradiciones y saberes campesinos y populares, y sobre todo, a sentir orgullosos de nuestro origen campesino.
Agradecemos a todos los amigos y amigas que siempre respaldan y acompañan estas apuestas, y a los que por el camino se han ido uniendo a este tejido: Yaraque, Aschaly, Nocanchipa, Grupo Semillas, Colonia Boyacense, Folclor y cultura, Palenque, Qhempi, Amaranto, Parque las Margaritas y Mesa de Trabajo, Techotiba, Parroquia San Justino Mártir, Gestora de Habitat, Paz al Arte, Prodisca, Programa 7-21, Policía Nacional de Kennedy Cuadrante 3, Defensa Civil.
Todos los espacios en los que trascurrió la feria fueron escenario para denunciar sin miedos en la lengua la crítica situación del campo colombiano y la persecución a los movimientos sociales campesinos. Por supuesto, durante el evento principal, con fuerza en la palabra, se compartió esta situación y la reciente lucha en las Jornadas de Indignación campesina, étnica y popular que se desarrollaron en Bogotá la semana anterior.
El gran sancocho comunitario complementó los sabores traídos por cada colonia y permitió también compartir palabra en torno a la importancia y sentido del alimento en el campo y en la ciudad, y del respeto que se ha perdido en buena parte de la comunidad urbana por el campo, los alimentos y los agricultores. Se suscitó la reflexión sobre la importancia de volver a lo natural y de hacer resistencia desde la soberanía alimentaria.
Las artesanías, la medicina natural y los saberes tradicionales, tuvieron también su espacio y buena acogida. Se entrelazaron redes y sentires, se unieron al tejido personas en situación de discapacidad y sus cuidadores, que con su domo de conocimiento visualizaron el valor y capacidades de estas increíbles personas muchas veces aisladas por la sociedad; ellos y la agrupación Amaranto ofrecieron a los asistentes artesanías y manualidades para todos los gustos. Qhempi con todo su trabajo desde lo ancestral compartió los saberes preventivos y curativos de las plantas, pomadas medicinales, polen, miel, aceites, entre otros, fueron los productos presentes en la Feria.
Junto a las presentaciones de música y danza, los juegos populares como la rana y el tejo fueron significativos en la jornada; niños, jóvenes y adultos participaron activamente de estos juegos que permitieron recordar como no divertíamos antes del auge de las tecnologías. Las muestras de hilado y esquilado de la oveja atrajeron la atención de los jóvenes y adultos que por primera vez presenciaban de cerca este oficio tradicional campesino, muchos se atrevieron a ser parte vivencial de la muestra, tomaron las tijeras y ayudaron a esquilar.
Todas estas actividades que confluyeron en la jornada y que tuvieron como protagonistas a los mayores y mayoras como poseedores de la sabiduría, incentivaron a la comunidad a mantener nuestra rica diversidad cultural, a reivindicar los espacios públicos que han sido recuperados para su sano disfrute, a reforzar el sentido de pertenencia con participación social y cultural, a rescatar las tradiciones y saberes campesinos y populares, y sobre todo, a sentir orgullosos de nuestro origen campesino.
Agradecemos a todos los amigos y amigas que siempre respaldan y acompañan estas apuestas, y a los que por el camino se han ido uniendo a este tejido: Yaraque, Aschaly, Nocanchipa, Grupo Semillas, Colonia Boyacense, Folclor y cultura, Palenque, Qhempi, Amaranto, Parque las Margaritas y Mesa de Trabajo, Techotiba, Parroquia San Justino Mártir, Gestora de Habitat, Paz al Arte, Prodisca, Programa 7-21, Policía Nacional de Kennedy Cuadrante 3, Defensa Civil.